He vuelto a saber de un viejo investigador de hace unas décadas, un gran descifrador, un mito de la para-arqueología, alguien de quien no sabía desde aquellos libros viejos de mi padre que descubrí en la juventud.
Estoy hablando de Erich Von Däniken.
Gracias a las tecnologías de estos últimos años he podido encontrar, en Internet, varias películas basadas en sus libros (con sus mismos títulos), que hoy en día llamaríamos documentales. “Recuerdos del futuro” o “El mensaje de los dioses” son algunos de ellos (libro y película).
En estas series de libros y “películas” Däniken daba su particular visión (y la de otros muchos) de los antiguos mitos religiosos con creencias en dioses, a partir de las representaciones de los mismos por parte de todas las culturas deídicas del mundo. Tanto en los mencionados libros como en las películas, se nos ofrecen siempre fotografías y vídeos para que uno mismo juzgue las conclusiones como le plazca, algo que no deja indiferente en muchos de los casos. Éste grupo de investigadores liderado por Von Däniken creía en una intervención extraterrestre en el pasado más antiguo de la humanidad, ya fuese para provocar nuestra aún misteriosa evolución o para dejarnos un mensaje, el mensaje de los dioses.
Para corroborar esta inverosímil (¿o no tanto?) teoría, el suizo nos llevó por todo el mundo enseñándonos imágenes mayas muy antiguas con hombres portando relojes de pulsera, luces en los cascos, aparatos similares a algunos actuales e incluso aquel grabado en piedra donde un hombre con mochila y cables parecía conducir o pilotar un vehículo a motor. También las ruedas voladoras de los tratados chinos más antiguos comparándolas con las ruedas sagradas de los primeros artistas cristianos, las construcciones megalíticas de imposible construcción como las pirámides de Egipto, Stonenghe o los Maois de la Isla de Pascua. Todo esto fue un bombazo en los años setenta (su primer libro es del 68) y su ritmo de popularidad, ventas y economía se disparó. Hasta tal punto que consiguió subvención para un parque temático en los Alpes de unos 100.000 metros cuadrados con réplicas de las pirámides de Gizah o Chichén Itzá, entre otras, todo ello aderezado de figuras extraterrestres de lo más variopinto.
Pues entre las perlas del documental que me he visto recientemente (y la música que recuerda a “Érase una vez la vida”) me he topado con curiosidades dignas de mención. De hecho hasta hace poco en una serie de documentales que J.J.Benitez nos ofrecía titulados “Planeta Encantado” (también muy entretenidos, por cierto, y recomendables para todos los amantes del género) hablaba también sobre las piedras de Ica y sus estupendos y maravillosos grabados que, de ser ciertos, desbaratarían la Historia conocida. Pero no lo eran, Basilio confesó que ostentaba la autoría de la creación de los grabados incluso al mismísimo Däniken años atrás. Ahora las venden por toda la zona como baratija o souvenir.
Sin embargo, la vehemencia con la que expone sus argumentos en el documental (léase en sus libros, también) no me hace sino plantearme incluso los pilares de la existencia misma, de la Ciencia con mayúscula. Entre todos esos “indicios sin parangón” encontré otra delicatessen: las huellas homínidas junto a las de saurios encontradas en Utah en el 68. Algo que, de ser cierto de nuevo, nos destrozaría la aparición del hombre a unos ¡300 o 600 millones de años!
Pero aquello también fue desmentido rápidamente ya que no se tenía muy en pie, valga la analogía, cosa que sucedió en otros diversos lugares y que no fueron sino fruto de erosiones naturales o similares. En fin.
Las preguntas que lanza al aire una detrás de otra tanto en los libros como en estas pequeñas películas ochenteras no son para tomar a risa porque otros científicos hayan respondido a algunas de ellas, sino todo lo contrario, deberían tomarse muy en cuenta, y sobre todo para aquellos escépticos, a la hora de realizar las investigaciones. Es duro ser imparcial, completamente objetivo y observador, pero más duro es creer en el desprestigio barato y consensuado. Las preguntas que expone deberían ser tenidas en primera línea de investigación para los mecenas del género, para los bienllamados investigadores ya que, sea por escepticismo o por creencia, son preguntas que hasta el momento no tienen respuesta.
Preguntas sin respuesta. ¿Hay mayor aliciente para comenzar a estudiar los enigmas?
Däniken nos habla (voy a prescindir, si me lo permiten, de una mayor documentación ya que hablaré de ello como enlace a la cuestión) de una tribu bastante primitiva que habitaba en cierta isla oceánica, la cual fue invadida por el ejército alemán en la segunda de las grandes guerras. En ella el ejército repostaba sus aviones y tenía ciertas bases de comunicación, como punto estratégico. Después del término de la guerra y de la huída de los arios, se observaron en los nativos ciertas “prácticas rituales” y tradiciones que llamaban la atención. Una de ellas consistía en reproducir el “pájaro de los dioses”, que no era sino un avión de la guerra hecho de paja, vehículo que utilizaban aquellos seres extraños que venían y volvían del cielo, y que, además, no tenían que cazar cada día para alimentarse.
Su percepción de aquellos hombres arribando desde el aire, de sus extrañas vestimentas, artilugios, idioma, tecnología y recursos les hizo creer lo que para ellos eran: dioses. Desde el punto de vista de que un dios es una persona elevada, en todos o en muchos sentidos.
Éste es solamente un ejemplo, puede que mañana ésta isla fuese un invento de Dänikenlandia (como dicen algunos) o nunca hayan estado allí los alemanes, pero el ejemplo es igualmente válido. ¿Qué veríamos nosotros, curtidos en tecnología y conocimientos, en las carnes de aquellos primeros que relataron sus relaciones con dioses? Tal vez nada, o tal vez veríamos las respuestas. Tal vez viéramos a un erudito pluma en mano durante horas expresando su amplia imaginación a petición del gobernante de turno. Tal vez un ser, del cielo, de otro plano, de otro planeta, nos daría respuestas comprensibles para nuestra capacidad actual. Tal vez aún no estemos capacitados ni para saber qué preguntar.
Y, sí, este hombre es un ideólogo, un falaz histórico y una persona con una imaginación considerablemente alarmante. Esto, en su día, seguramente lo hubiesen escuchado personajes como Julio Verne o el mismísimo Homero (¡quién nos iba a decir hace un siglo que Troya existió de verdad!). Ya que en la actualidad se sigue debatiendo la verosimilitud de los increíbles sucesos de la Biblia, Ilíada, y porqué no Atlántida o Divina Comedia. Si deberíamos estar acostumbrados a estas tendencias, a lo delicioso de retorcer argumentos históricos para encuadrar el transcurso de una novela de ficción, eso sí, lo más creíble posible. Tenemos un ejemplo de hace unos años: “El código Da Vinci”, del cual aún se sigue diciendo, y otros siguen ganando. ¿Por qué? Porque a la gente le interesa saber, necesita creer e indagar en lo más oscuro de nuestras raíces filosóficas, culturales o teológicas. Supersticiosas. No solo creo que Erich Von Däniken ha hecho mucho por el pensamiento moderno, sino que ha hecho más que los que, como en el caso anterior, se han cubierto de pedantería y han ido chupando rueda mientras desmentían datos que nunca fueron afirmados con mayor sentido que el de hacerse cuestionar lo socialmente aceptado.
Para mí el caso de las piedras de Ica o el de las huellas de Utah no fue más que un recurso literario, igual que la altura desmedida de las pirámides o el descubrimiento de Troya, argumentación para dar credibilidad, algo sin lo cual la idea pierde fuerza y tiende a no trascender. ¿Acaso alguien cree que la Ilíada es literalmente verídica sólo porque fueron descubiertas las que parecen ser ruinas de Troya? ¿Pues entonces por qué eliminamos las preciosas y maravillosas buenas preguntas que Däniken nos hacía? ¿Acaso son ahora menos bellas las aventuras de Ulises y Aquiles?
Sólo espero que algún día, en el futuro más lejano, alguien mire hacia atrás y se dé cuenta de que también Däniken relató, sin saberlo, un “De la Tierra a la Luna”.
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