Arrancó de mis ojos acordes,
un arco iris de mis labios,
de mi caricia un solo nombre
de susurros nacarados.
De mi voz obtuvo el viento,
de mi pubis un destello,
de mi oido esas promesas
que se dicen en silencio.
La mejilla ofreció pureza,
mi aliento un fruto fresco
del cabello oyó secretos,
de mi alma sólo belleza.
Sonriente y comprendido
murió luego en mis brazos,
muerte suya que fue la mía
por no desasirme de su lazo.