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Recuerdos de una acampada de verano a Sada cuando tenía 14 años. Esto es lo primero que se me viene a la mente cuando veo la portada de esta magnífica novela gráfica y esta ubicación temporal es necesaria para valorar este tomo en la medida en que merece.
Yo era un lector casi único y exclusivo de Conan, de vez en cuando le ponía los cuernos con algunos Spiderman, Vengadores, Zona 84, Creepy.... pero siempre volvía a mis montañas de Cimmeria.
Cuando este comic cayó en mis manos fue una verdadera bofetada. No importa si te gustan o no los superhéroes, ni siquiera si eres un fan de los X; lo que realmente importa es que te gusten las buenas historias y que sepas disfrutar de una perfecta combinación de guión y dibujo.
Página tras página, el ambiente se hace más y más denso, el dibujo de Brent Anderson da, una y otra vez, nuevas vueltas de tuerca al guión de Claremont para hacernos vivir la presión de una persecución étnica, situándonos en la antesala de lo que, a todas luces, se desencadenará en un nuevo holocausto.
Lo impactante de esta novela gráfica es que los superhéroes dejan de serlo; se convierten en seres humanos, diferentes a la mayoría por esos superpoderes que no han pedido y por los que son perseguidos. Inevitable que la mente del lector recuerde la locura nazi, las matanzas de la inquisición, que el miedo a lo diferente se dibuje en la cara de odio de los fanáticos bíblicos que persiguen a los mutantes.
En definitiva, una auténtica delicia para los sentidos y para todos aquéllos que no se contenten con comics de consumo rápido (y más rápido olvido).
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