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El día 14 de Mayo, justo uno después de mi vigésimo quinto cumpleaños, el conocido periodista Julián Lago sufría un trágico accidente que le tuvo peleando contra la muerte durante varias semanas. Finalmente, al igual que lo haremos todos, perdió en ese ring de lucha libre y solo queda llorarlo, escribir y dar el pésame a personas que seguramente ni conozcamos.
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Yo no he seguido este tema por los periódicos o por la información que pudieran dar en los noticiarios, por desgracia (y la mayoría de las veces por suerte) uno de sus sobrinos es uno de mis amigos más íntimos y tristemente estaba al día de todo lo que sucedía desde una perspectiva mucho más cercana, terrible y dolida de la que cualquier medio informativo pudiera estar.
Yo no he conocido a Julián Lago. No sé nada. Miento ya que sé lo mismo que todo el mundo. Periodista Vallisoletano que empezó en el Norte de Castilla, que fundó la revista Tiempo y que fue nacionalmente conocido por un programa de televisión que se llamaba la máquina de la verdad. Sé todo eso y muchas más cosas. Todo tonterías que realmente no hacen que conozca a la persona que había tras ese nombre.
¿Un periodista? Sin duda alguna.
¿Un informador? Podemos afirmarlo rotundamente.
¿Un buen hombre? No puedo decirlo pero por lo que me haya podido contar su sobrino, si puedo decir que era un hombre en busca de la felicidad.
Julián Lago ha muerto y eso vende. Una muerte es noticia. Una muerte de alguien conocido es noticia. Una muerte de alguien conocido y encima cercano (ya que era de esta ciudad que fundó el Conde Ansúrez) es noticia de interés general que vende y de la que se pueden decir muchas cosas. Algunas serán buenas y otras terriblemente malas. Justo ayer quedé con mi amigo y estaba dolido. Es lógico ya que en su ámbito familiar había sido un tiempo complicado, al igual que lo sería en cualquier familia. Dolido y decepcionado por todo lo que estaba escuchando sobre alguien que era parte de su vida y no le gustaba. Yo le dije que no se preocupara ya que, tristemente, en el periodismo existen muchos tira tintas que no valen nada y que hace tiempo perdieron sus principios éticos a favor de una audiencia morbosa a la que parece que le gusta la mierda y cuanto más mejor. La gran mayoría.
Lo poco que yo sé es que era un hombre que en un momento dado perdió la ilusión por esa profesión que tanto había significado y al que la vida personal que llevaba no terminaba de llenarle, y cortó con todo eso. Encontró a una persona que le completaba (alguien, por lo que me han comentado, excelente y buena), cambió radicalmente de vida en un último intento de reencontrarse consigo mismo y con esa felicidad que tan esquiva se nos muestra a todos. Parece que la encontró. Yo me alegro, eso debería ser la noticia y por eso deberíamos estar hablando pero no es así. Nos gusta el morbo y la vida no vende, la muerte si; prueba de ello es que yo esté escribiendo este texto ahora y no hace seis meses.
En un rato me pondré mi camisa negra y me iré hacia la iglesia. No voy a presentar mis respetos a un hombre que solo fue una figura de fondo en la televisión de mi infancia. Voy a estar cerca de mi amigo para recordarle que, a pesar de todo lo que esté oyendo y de la cantidad de gente que irá por ser su tío quien era, siempre podrá contar con los que le rodeamos para darle un beso y un abrazo en esa búsqueda de la felicidad que su pariente encontró.
Ayer me dijo que esa imagen es la que quería conservar.
Algunos pasamos la vida buscando la felicidad y otros (por lo visto, debe ser que hay mucho tiempo libre) se pasan la vida intentando malmeter en la de los demás.
Descansa en paz Julián Lago, hoy te hacemos una misa.
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