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| grego
-- Viernes, 2 de Diciembre de 2005 a las 10:25.
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¿Qué hace a un hombre vagar?
¿Qué hace a un hombre errar?
¿Qué hace que un hombre deje cama y mesa
y volver la espalda al hogar?
Cbalaga lejos, cabalga lejos, cabalga lejos...
La obra de madurez de Jhon Ford – que ahí es decir nada -, Centauros del Desierto, es considerada por muchos como una de las mejores películas de la historia del cine (SPIELBERG, ESCORSESE, COPOLLA, CIMINO) y el mejor Western. Pasada desapercibida en su época por la crítica y por la academia, al parecer una película más del Oeste, durante los años 70 se revalorizó de tal modo que el personaje de Etham Edward, interpretado por Jhon Wayne, dio lugar a personajes como Travis, de Taxi Driver, o Harry Callaghan y que, por último, ha venido a desembocar en el William Munny de Sin Perdón. Por tanto, su influencia en el 7º arte ha sido tan importante que ya nadie duda de su calidad: algunos han tachado a “más corazón que odio”, como tambien se conoce en España, como toda una obra de arte surrealista. Y es que Centauros del Desierto es todo un alarde de “lenguaje cinematográfico”, dónde muchas cosas se intuyen, se saben, pero no se dicen, pues todo se cuenta visualmente, cómo sólo los genios del cine saben hacer. Por ello requiere una estrecho análisis e, incluso más de un visonado, para admirar el conjunto, único modo de obtener la auténtica comprensión de esta obra. El juego de contraluces con el que se abre la película – la apertura de la puerta y del hogar – y se cierra, viendose al tio Etham que desaparece en el desierto al final del film, es un recurso cienematográfico sencillísimo que ha sido considerado como pura poesía. El plano con el que se cierra la película es uno de los más bellos de la historia del arte y toda una lección de lenguaje cinematográfico. Una metáfora sobre la soledad. Pero toda la película, en su conjunto, tiene hallazgos visuales narrativos que sirve para que muchos aprendan en que consiste el arte cinematográfico. La caracterización de personajes, la puesta en escena Fordiana, con todos los valores de este director (el honor, la familia, el hogar, la amistad, el deber) y la impresionante plasmación del “Monument Valley” la hacen insuperable. Inacabable es, así mismo, su interpretación, debate y análisis. La película es, entre otras muchas cosas, toda una tesis sobre el odio que se procesan los pueblos, naciones y los hombres en guerra, en los que hay, sin embargo, más parecidos que diferencias: así el odio que se procesan el jefe Cicatriz y Etham Edward es de la misma naturaleza, lo que les hace ser dos personas netamente iguales, cada uno es el alter ego del otro: así, ambos están condenados a vagar por el desierto, itinerantes, como dos espectros entre las llanuras, pues ambos son de la familia de los “Nawyequi”, de los que un dia están en un sitio y, al día siguiente, en otro totalmente distinto: una vida en espiral, circular. La soledad de Etham que perdió a su familia de la misma manera que la perdió el jefe Cicatriz, no sólo viene marcada por ese desdichado suceso, sino por la propia naturaleza solitaria de Etham. Su carácter itinerante, indómito y aventurero le impide hechar raices pero, a su vez, le hace perder al amor de su vida, su adorable cuñada Martha, por esa naturaleza errante que le hace marchar en soledad, a lomos de su caballo, hacia el horizonte: es el mito del pistolero por excelencia. El “outsider”, que siempre está fuera de sitio, pero que en las arrugas de su rostro muestran que cabalgan en solitario por que han perdido al amor de su vida... un dolor que arrastran oculto en lo más interno de su ser: es su cicatriz, no visible. Nada se dice de que entre cuñados hubo algo en el pasado, pero ese pasado lo vamos descubriendo por los gestos, los planos, las miradas, las expresiones (la escena en la que Martha dobla la capota de Etham o la memorable escena en que Etham se despide de Martha con un beso en la frente y ésta sale a despedirle a la puerta, mientras el reverendo, de espaldas es testigo). Nada conocemos de esa historia de amor, ni de cómo y porqué Martha al final se casó con el hermano de Etham, sin embargo lo vamos descubriendo... nada se dice, por que es un secreto que el propio Etham lleva oculto, por propio respeto de sí mismo... Pero Jhon Ford, omnisciente, trata de desvelarlo con una maestria asombrosa, procurando no dañar al propio personaje, hombruno y duro, al que nunca se le escapa un suspiro. En sí toda la película es un periplo, una odisea, de siete años en el dos “outsiders”, buscadores, exploradores que cabalgan entre los vientos del desierto, en busca de aventuras y de la sobrina raptada, buscando las fronteras del lejano Oeste. Al principio la obsesión de la búsqueda se va transformando en una obsesión del racista Etham por matar a la niña Debbie, ya convertida en toda una “india” tras el paso de los años, como ya un “blanco” es su sobrino – hijo adoptivo de Aarón y Martha, que fue encontrado, debajo de una manta, por Etham- , con el que cabalga. Desvelar si, al final, la mata o no sería toda una faena si todavía no se ha visto: Debemos decir, sin embargo, que su sobrina, Debbie, es el único nexo de unión que queda entre Etham Edward y su amada Martha. Hay muchos que dicen que Debbie es hija de Etham, y nada en la película parace desmentirlo y si muchos detalles que pueden confirmarlo; como detalles hay para pensar que Debbie y Martín son hijos de un mismo padre, y verdaderos hermanos de sangre. La estrutura de la película es engañosa, pues parece lineal, al conformarse como todo un sueño cirucular, que como el viento, ahora está aquí, y ahora está allí: como los personajes, la llanura, los caballos, el viento, el polvo del desierto inhóspito de Texas y los porches, las amantes que esperan, las mantas indias –que expresan lo errante – y las mantas azules –que representan la protección o, quizá, la paternidad - las chimeneas y las mecedoras.. Etahm dejó el hogar - ¿Qué te detuvo aquí? Le pregunta su hermano Aaron. -¿Por qué has tardado tanto en volver?, le pregunta su sobrino; había marchado a la guerra, a dos guerras, y de las dos vuelve derrotado: las medallas no sirven de mucho y el sable, como antiguo signo de caballeros andantes, se ha trasformado en una pistola, de la que Etham da muestras de un gran domino, con el que asalta trenes y roba oro Yankie. Toda la civilización “blanca” se manifiesta en unos ranchos azotados por el viento, el calor de una chimenea, una mecedora y un porhe, que sirve para divisar el horizonte abrasador del desierto. Sólo el perro, con sus ladridos, parece reconocer a Etham, al igual que Ulises, que sólo es reconocido por su perro, cuando llega a un hogar donde parece que una mujer le espera. Dos personas, de las que esperan, quedan aisladas en el cuadro: Una niña –Debbie- y una mujer –Martha -; como una mujer, Martha, y una niña, Debbie, ven como Etham desaparece en el horizonte cuando salen en busca de los indios que han robado el rancho vecino. Llega el ataque indio, Debbie sale por la ventana que, premoritoriamente, es cerrada, y protegida por una manta azul, se refugia en unas tumbas que lleva inscrito: “aquí yace Mari Janes Edward, asesinada por los comanches”, la madre de Etham. Un indio, Cicatriz, atrapa a la niña Debbie, que deja caer la manta con la que se protege. ¿Encontró Etham a Martín de la misma manera? ¿Por qué reconoce Etham la caballera de la madre de Martín? ¿Cómo es posible que Martín sea mestizo? ¿Cómos sabe tanto Etham de la cultura india? ¿Murió la madre de Martín igual que su esposa india, aunque atacada por lso comanches? Pues bien, la emoción que nos embarga al ver desaparecer ese racista, duro y detestable Etham, de espaldas a la puerta que se cierra, no tiene parangón en la historia del cine, pues sabemos como espectadores que en su corazón hay más amor que odio. No así lo saben los que quedan dentro del hogar; también sabemos que ya nunca nadie esperará su vuelta del desierto al contraluz de una puerta.
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