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| MORTADELO
-- Miércoles, 27 de Abril de 2005 a las 15:01.
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A fines de los años sesenta, un grupo de jóvenes publicistas encabezado por George Andrew Romero, John Russo y Russell Streiner, con las adiciones de Marilyn Eastman y Karl Hardman, presidente de la productora Hardman Associates; además de Rudy Ricci y Dave Clipper -un par de viejos amigos del Instituto Tecnológico de Carnegie en Pittsburg- forman la sociedad Image Ten Incorporation, con la nada descabellada idea de dar el salto de los cortometrajes publicitarios, a la realización de su primer largometraje de ficción.
La idea de obtener buenos resultados económicos les llevó a imaginar que una historia de terror sería la opción más viable de producir. Después de considerar varias historias interesantes pero demasiado caras para su realización -como una de invasión alienígena escrita por Ricci-, el joven Romero presentó Anubis, llamada así en referencia al dios egipcio de los muertos.
Su historia se dividía en tres tiempos, en ellos, los muertos se levantaban de sus tumbas para devorar a los humanos. El argumento, de apariencia sencilla, agradó a todos. Una vez leído completamente, determinaron filmar sólo la primera parte, que transcurría de noche en una casa abandonada en la mitad del campo, donde un grupo de personas se guarecían del ataque de una horda de muertos vivientes. Decididos, comenzaron los preparativos para la filmación del clásico La Noche de los Muertos Vivientes, con la que Romero debutaba formalmente como realizador. Corría el mítico año de 1968.
Las repercusiones de la cinta son muchas y en todos los niveles. Artísticos, económicos y hasta sociales, merced a las varias lecturas críticas que se le han dado, haciendo de esta cinta una alegoría de la deshumanización del hombre, aun cuando el propio Romero se encargó de declarar en varias ocasiones que en ningún momento pensó realizar a propósito ningún tipo de crítica al sistema.
La avalancha de filmes con zombies caníbales no se hizo esperar, aunque ninguno logró la calidad estética ni discursiva del filme de Romero, quien aun después de varios proyectos concretados, diez años después continuaba con la idea de resucitar a sus hijos de las tinieblas, llevando a la pantalla el segundo de los relatos de Anubis, la parte que corresponde al amanecer de los muertos.
A diferencia de su ópera prima, en Dawn of the Dead (1979) Romero hace el mensaje explícito. Como ya anotamos, el director siempre ha negado que la interpretación que se dio a su primer filme haya sido buscada con premeditación. Sin embargo, para el amanecer de sus muertos sí optó por hacer una crítica al sistema americano de consumo. Se ha dicho que a once años de su mayor éxito y de toda la serie de interpretaciones que de ella se hicieron, esta vez aprovechó a sus criaturas para enviar un mensaje frontal y crítico en contra de la sociedad hiperconsumista de fines de los años setenta, presa en esos nuevos monumentos a la decadencia de valores yanquis: los grandes centros comerciales. De ahí que la historia se desarrolle casi en su totalidad en un gigantesco mall.
Las críticas van más allá. Desde el inicio de la película Romero hace énfasis en la incoherencia de los medios de comunicación electrónicos, específicamente la televisión: En un programa se desarrolla una absurda disputa entre un conductor y un “científico” sobre el origen de los zombis, discurso inútil cuando éstos ya se han apoderado de las calles.
Al tiempo de que esto ocurre en el circo mediático; un escuadrón de SWAT toma por asalto un edificio donde la gente esconde en el sótano a sus familiares muertos que han vuelto a la vida, la mayoría esperanzados en encontrar la causa de esa resurrección y una posible cura. Mientras algunos zombis atacan en el edificio, Romero da la primer muestra de lo que será el verdadero contenido en el discurso de la película: un policía (símbolo de la seguridad al servicio de la ciudadanía) enloquecido por el poder que le proporciona un arma, asesina sin compasión a quien se le ponga enfrente, humano o zombi, enfrentándose incluso a sus compañeros de escuadrón, hasta que uno de ellos lo mata de un disparo. Cuando el caos se esparce, la cordura se pierde. Contando con un holgado presupuesto gracias a la aportación de capital italiano vía los hermanos Claudio y Dario Argento, Romero pudo colocar en un centro comercial de lujo a un grupo de personas que se refugian de los zombies: Un piloto de helicóptero, su novia reportera y dos de los agentes SWAT. A partir de este momento la línea del filme será similar al original en la forma -un grupo de personas atrincherado en un lugar cerrado buscando sobrevivir-, más no en el fondo.
Con la segunda parte de La Noche… Romero se lanza directamente a la crítica de la sociedad estadounidense. Si en el filme del ’68 todos los mensajes detonantes de un reclamo social eran implícitos, permitiendo al público y críticos leer lo que más les conviniera, aquí todo queda francamente explícito. La sociedad estadounidense se ha zombificado y devorado a sí misma debido a un capitalismo monstruoso y decadente. En palabras del crítico inglés Steve Beard los zombies son el equivalente a las masas de trabajadores desplazadas en la era Post-fordista, los cuales… “Económicamente extintos, socialmente desplazados, regresaron a devorar a aquellos que habían sobrevivido…”
Gran parte de la cinta transcurre dentro de los almacenes del centro comercial, allí los cuatro personajes se establecen creando un hogar artificial. Tienen a su alcance herramientas, armas, muebles, vestidos, dinero en efectivo y hasta un automóvil último modelo. Visten, comen y beben a su antojo, pero siempre con el terror de saberse rodeados de muertos vivientes y con un enemigo superior a sus fuerzas: el tedio. De nada les sirve tener todas las comodidades que el mundo moderno les puede proveer, simplemente no existe ser humano ajeno a ellos a quien se lo puedan presumir. Viven en la absoluta desolación, son los dueños de un lugar sin valor. El capitalismo ha llegado a su fin, no existe la demanda, no hay oferta, el dinero pierde su valor y con ello el sistema se colapsa.
Por otro lado, uno se olvida de los actos caníbalescos de los zombis, monstruos por los que el espectador ya no siente terror, sino lástima. Son el reflejo de una sociedad sumida en el peor de los deterioros, donde hombres y mujeres miden su valor como individuos de manera proporcional a los bienes que sean capaces de consumir.
Es más, hasta podría decirse que ni siquiera son peligrosos, pues Romero asesta un golpe aun más terrible para la conciencia moral, cuando un grupo de sobrevivientes pandilleros motociclistas irrumpe violentamente en el centro comercial al darse cuenta que hay seres vivos allí, haciéndolo por el simple ánimo de destrozar, de romper con un orden establecido, disparando a lo que se mueva, sean vivos o zombies. Roban los artículos más valiosos y vacían las cajas registradoras de las tiendas, sin darse cuenta de lo inútil y vacuo de su acción. Afuera ya nada tiene valía.
Los zombis se mueven a tropezones, lentamente, sin conciencia de lo que hacen, solamente tienen hambre, no atacan por maldad sino por un primitivo instinto de sobrevivir. Contra de esos seres endebles atacan los motoristas, atrapándolos, dominándolos, humillándolos. Mientras, los cuatro vivos residentes del centro comercial no saben quienes son más peligrosos, si los muertos con hambre o los salvajes vivos. Con esta brutalidad Romero pretende recalcar la deshumanización del hombre, ya que su vil comportamiento supera, por mucho, el miedo que los muertos vivientes pudieran despertar. Poco a poco los zombis retoman el control de la situación destrozando a quien se cruce en su camino. Los más salvajes pandilleros perecerán en sus mandíbulas. Es en medio de esa gran secuencia del gore más brutal donde aparecen los últimos rasgos de humanidad que Romero apunta como esperanzadores, cuando uno de los agentes de SWAT mordido por un zombi, paulatinamente se transforma en uno y, en un último halo de razón humana, pide a su amigo que lo maté, pues no desea permanecer como uno de esos seres repugnantes. Así, al llegar el momento, su deseo será concedido como un rasgo de amistad. Por otra parte, el piloto, de quien sabemos es un cobarde, finalmente encuentra el valor necesario para luchar hasta la muerte con tal de salvar a su novia, la joven reportera, quien ha resultado embarazada en el periodo de cautiverio. El amor y la amistad como llaves de escape. Los valores inherentes al ser humano por encima de los valores de consumo.
La segunda parte de los zombie-flms resultó nuevamente un éxito de taquilla. En su semana de estreno logró todo un récord para su época, un millón de dólares en asistencia. También la crítica recibió con buenos ojos la feroz sátira que Romero imprimió en celuloide, sobre todo en una época en que el consumismo extremo parecía convertirse en una nueva religión.
George A. Romero asestó en el clavo, pero aun no se mantenía a gusto. Debería de venir un tercer golpe, esta vez dirigido a la institución represora por antonomasia: el ejército estadounidense, uno de los más odiados donde se pare. Contra él va el movimiento final de su historia Anubis, en la poderosa Day of the Dead... pero eso, ya es otra historia.
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