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Para los lectores más jóvenes que desconozcan qué era un bolsilibro decir que eran unas colecciones de novelas de periodicidad semanal publicadas por Editorial Bruguera y otras editoriales, basando su éxito en ser novelas que contaban con grandes tiradas, bajo precio y estar destinadas a satisfacer las necesidades mínimas de entretenimiento de sus lectores con narraciones aparentemente simples que buscaban más el entretenimiento que otra cosa.
Primaba lo comercial por encima de la calidad y esa era la principal baza de los editores para vender cuantos más ejemplares les fuera posible, editando historias cortadas casi siempre por un mismo patrón de buenos, malos, un enemigo o amenaza a combatir y la sempiterna chica de la novela, que siempre terminaría casándose con el héroe. Haciendo comparaciones, podría decirse que los bolsilibros eran las novelas de franquicia de la actualidad o los cómics de superhéroes.
Sin duda, los patrones mediante los que debían ser escritas estas novelas eran muy rígidos y la extensión fija por páginas de estas novelas (unas cien) limitaba a los autores para extenderse en la idea que tenían planteada. Pero, como en todos los medios o géneros, hubo una serie de autores que dieron lo mejor de ellos mismos para escribir las mejores novelas que le fueran posibles.
Artesanos de la talla de Clark Carrados, Lou Carrigan o Ralph Barby se daban la mano con otros de la valía de P. Danger (Domingo Santos), G.H. White (Pascual Enguídanos) o A. Thorkent (Ángel Torres Quesada) [1]. Y con tanto talento junto, no es de extrañar que muchas de sus novelas y sagas terminaran por trascender el medio donde fueron publicadas originalmente o que muchos de ellos saltaran a una literatura de “mayores pretensiones artísticas”.
Domingo Santos fue uno de los autores que dieron el salto a la “buena literatura de género” (entiéndase el entrecomillado) y, se da la casualidad de que una de las novelas que escribió durante su época de autor de bolsilibros fue rechazada por un editor por ser demasiado buena como para ser publicada en una colección de bolsilibros. Santos es ya todo un maestro de la ciencia ficción y en su larga carrera ha escrito novelas como El Extraterrestre Rosa o Gabriel, ha trabajado como traductor y como director de la mejor encarnación que ha tenido la revista Asimov en España.
Angel Torres Quesada fue otro de esos autores que fuera de los bolsilibros ha escrito novelas y relatos avalados tanto por la crítica como los lectores, donde pueden destacarse obras como Los Vientos del Olvido o la Trilogía de las Islas, ganando con algunos de sus escritos importantes premios del género o quedando finalista de un premio de la envergadura del Minotauro.
El caso más significativo es el de Silver Kane (Francisco González Leresma), más famoso por sus novelas del Oeste que por las novelas de ciencia ficción que escribió, quien se hizo famoso entre la “crítica respetable” por ganar el Planeta y que, con el paso de los años, se ha ganado un nombre como reputado novelista de género negro.
Éstos son sólo unos cuantos ejemplos que demuestran que el talento no entiende ni de géneros, ni de prejuicios, ni de etiquetas y en todas partes puede aparecer un nuevo valor a tener en cuenta.
El último escritor de bolsilibros que ha dado el salto a la literatura “más seria” de ciencia ficción es Lem Ryan. Esperemos que no sea el último.
[1] Nótese cómo los autores españoles, muchas veces motivados por los editores, solían firmar sus obras con pseudónimos anglosajones.
José Luis Mora jmazarias@dreamers.es
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